No te atrevas a decir que el ser humano merece la extinción.
Mi madre es un ser humano, no te atrevas.
Y créeme que hay muchas más como ella.
No me convencen tus falacias ni tu prisma cabrón.
Y, si realmente lo crees, hazle el favor al mundo de extinguirte.
Ya sé que dicen que a palabras necias, oídos sordos,
pero no le suena tan necio a mi instinto mentiroso
después de ver y oír lo que a mi alrededor existe.
A mí también me han hecho daño, pero sobreviví.
Aprendí de mis errores y perdí con las mismas.
También teme mis manos el suelo que piso.
Pero conozco a los míos y me conozco a mí,
y te aseguro que las cosas no son como tú las pintas.
De verdad parece que no os conozcáis a vosotros mismos.
Y os pintáis de miedo aprovechando esa suerte,
y cuando se obliga al amor, el odio se vuelve grato,
y un final nefasto se cuela en el desayuno.
Puede que alguno merezca algo peor que la muerte,
pero esos ni siquiera son seres humanos.
Son ratas, y solamente son algunos.
La historia rebosa sangre, las rejas son invisibles.
Sin culpables que señalar, sólo miraos al espejo.
Tampoco se puede decir que hayamos sido libres,
porque ello conlleva una responsabilidad que puede dar miedo.
Recuerdo mi paso por forestales, en Salamanca,
cuando aquel profesor nos mandó tantísimos deberes
y a mí me dio por levantar la mano, inocente,
por parecerme exagerado y que no me aportaba nada.
Propuse elegir yo de qué hacerle los trabajos,
siempre y cuando fueran acordes a su asignatura.
El maestro me dijo que sí muy entusiasmado
y se lo sugirió al resto sin mano dura.
Mi curiosidad e iniciativa le dejaron patidifuso.
Los demás corearon un grandioso no rotundo.
Tal propuesta les pareció una insensatez.
Así lo hice y, si me reclamaba algún trabajo,
yo le respondía tranquilamente que estaba investigando
y sólo dos cositas al final le entregué.
Las recuerdo perfectamente...
Y me aprobó. Al final me salí con la mía,
todo gracias a la nueva responsabilidad que sólo yo asumía,
Aunque no hubiera salido bien sin los demás alumnos,
que el año anterior me habían metido en el grupo,
y yo ahora andaba saltándome clases.
En conclusión, dependemos los unos de los otros.
Sé que habrá esperanza mientras brillen nuestros ojos,
y eso que a veces nos ponen difícil el hecho de amar,
pero no te atrevas a ver la esperanza en mi final.