Velociraptors que lo visitaron

domingo, 9 de junio de 2013

Espejismo


¿Qué tipo de trance indescriptible me dejó tirado aquí?
Parece ser que para mí no pasan los trenes.
Le pedí a mi felicidad que me esperara en aquel andén,
pero en esta cloaca, sólo las ratas vienen.
Dejé en tus ojos mi equipaje
y lo arrolló la locomotora.
Las ganas de verme conmigo a solas
me hacen perder el pasaje.
Mi reflejo parece un niño
en el baño de la estación,
pero ciego quité el tapón
y se lo tragó el infinito.
Le pregunté a su recuerdo
¿qué cojones hice mal?
Y, en respuesta, ahoga el bullicio
de un falso chico perfecto.
¿A quien hacen
llorar mis mentiras?
Y ¿por qué habría de importarme?
Si ahora tengo tu sonrisa.
Rabia y realidad, todo me quema.
Como la yerba que inspiró aquel poema
que prendí en tu calle,
con la esperanza de que el viento
te llevara mi mensaje.
Pero no coló...
Resumido el texto en una botella
que al final del viaje, y no sin ella,
se hundió.
"Estúpido, no deberías ni pensar en ello."
Pero, tras el párrafo, otra vez me estrello
por quien tantas sonrisas un día me sacó.
Futuro incierto más amargo
que la última raya.
La inmensidad del cuaderno provoca
asfixia argumental, y el boli se calla.
Adiós inspiración.
Adiós mundo de ensueño hecho trizas.
Adiós poesía inacabada que llora
sobre un montón de ceniza. 

domingo, 2 de junio de 2013

Cadáveres de ratas


Hay dos cosas que me infunden
terror y calma a la vez:
Que mis sueños se hagan realidad
y no tener nada que perder.
Cadáveres de ratas formaron la escalera
por la que huí de la cloaca de tu sótano.
Ni entiendes lo poco que enseño de mi enloquecida sien,
ni sabes de todo lo que esconde mi estómago.
Parece que estoy viejo y muerto
en aquel banco y, en parte, es cierto.
Viejo de locura sabia y aguerrida,
y muerto porque el cuervo de la noche
pica mis ojos a las 2 del mediodía.
Agacho la cabeza por la calle para no verlas:
Esas sucias sombras de los juguetes que me rodean.
Mente enferma capaz de despertar
a Jack el Destripador.
Y de desayuno los restos
del bebé Cupido y su amor.
Me bebí el Mar Muerto
con la sal de tus tequilas,
y confundí a una anguila
con la chica de mi vida.
Su clítoris me vendía una salida,
que, en realidad, era veneno
camuflado en sus pupilas.
La arpía de tu obsesión me atacó,
y ese frío contacto con ella me hizo empalmarme.
Como si su intención de hacerme daño diera morbo
al separar mis huesos de mi carne.
Descanse en paz mi infancia
allá donde muera la Luna,
que se esnifó la bruma
de mi nada tantas noches.
Donde el hiel de mi odio
jugaba con las alcantarillas
de miradas como la mía,
que no me conocen.