Hoy, cómo no, es una de esas noches.
Una noche en la que la Luna sólo promete alquitrán.
Y los sueños, tristes por no ser realidad,
saben a ti, pero se pierden por el camino.
Las paredes de mi cuarto no me reconocen.
Mi almohada huele a ausencia y vacío.
Las mantas no ahuyentan los monstruos ni el frío.
El techo, puro silencio chilla con brusquedad.
Si tras el humo hay claridad, lo ignoro.
Ni un solo pedacito de mi guarda decoro.
Como colofón el vértigo de violentas toses.
Callo y sólo se oye mi alma dando voces.
Ojalá fueran tus gemidos...
Que de amor propio también se puede morir.
Y yo muero por un suspiro y me retiro,
entre mis lunas de alquitrán y mis sueños de carmín.
El implacable espejo me recuerda
mi imbecilidad y todo lo que es culpa mía,
y no pasa una mañana sin que advierta
que hasta la luz del Sol es demasiado fría.
Que el hombre que veo no se parece a mí,
que no se llena su corazón de bilis,
que veo en sus ojos ganas de vivir
y siento en los míos la vil majestuosidad del apocalipsis.
Es difícil, muy difícil ser yo,
que nunca fui nada, que puedo mover montañas,
que tengo preso el cariño en mi interior,
y ahí me promete pudrirse y cubrirse de telarañas.
Y ¿qué importa ser poeta o ser basura?
Si el miedo apedrea y el amor sólo susurra.
Mi sangre oscura mancha mis oraciones
para que Dios no olvide las tinieblas de tantos corazones
que, por su gracia divina, se los tragó el abismo.
Le debo mi suerte porque no me pasara lo mismo.
Pero las sombras habitan el armario de mi cuarto,
así que disculpadme si alegría no reparto.
El instinto me guio por el pecado,
pero me arrancó el alma por fiarme demasiado.
Hoy grita la extinción de la humanidad,
pero conozco a los míos, él me trata de engañar.
Mis fantasmas aún intentan someterme,
aprovechando la ansiedad que oprime mi pecho.
Sin calor para este tierno, en paro, romancero,
acabaré haciendo algo que no deba, como siempre.
Quizá no beba, pero ya fumo demasiado.
Quizá no me drogue, pero mi insomnio está desbocado,
recordando a veces noches que pasé pensando.
No es cierto que se duerme mejor colocado.
Sólo el humo me acaricia y yo le dejo.
El día sólo trae un insondable reflejo.
Y aunque sé que los de siempre no me fallarán,
pinto amaneceres rotos sobre lunas de alquitrán.