Velociraptors que lo visitaron

domingo, 12 de febrero de 2023

Lo siento, amor

 

Ya estoy fuera de tu vida, princesa.
No te haré más daño.
Del arte de volar fuiste maestra,
y yo simple lunático osado.
Entiendo por qué te fuiste y no te culpo.
Entiende tú que ahora sea yo quien no quiere volver,
y sólo quede indirecta forma en que me disculpo,
porque jamás te dejaré de querer.
Me aterra pensar que pueda herirte de nuevo.
Mi enfermedad no me justifica.
¿Por qué siempre juega con fuego
aquel que con el amor predica,
y sólo trae el calor del infierno?
Prometo mantenerme lejos.
Lo siento amor, adiós.

Los tres peregrinos


Iniciamos los tres peregrinos el ascenso imponente, que resultó más duro para mí que para ellos, comprensivos, pacientes, compañeros.
Oh, ¡cómo se parece a la vida! No estoy en forma.
Arriba, recorremos por entre los sinsenderos caminos, marcados por brújulas piedras, sobre piedras, como cicatrices del paso de aventureros, ganados y ganaderos, hombres y mujeres del campo.
Atravesamos regatos, como se superan los obstáculos que la vida ofrece. Torpe de mí ante el envolvente y oxidado vértigo, que me hace retroceder, para hallar rutas más accesibles.
Síganme los niños y los ancianos, los impedidos, y perdámonos sólo para volvernos a encontrar. Que no se quede nadie atrás.
Contemplemos desde lo alto, como contemplamos ayer, el vasto extenderse del paisaje, enmarcado en robledal.
Bajamos, a mi costa prematuros; suaves y ligeros, la nueva pista que tras nuestros pasos quedaba, con un pequeño bodeguero andaluz siempre a la cabeza de la expedición. Magnífica criatura.
Como magníficos fueron los hallazgos de animales y aparejos de granja que se mostraron majestuosos.
Como magníficas las conversaciones que nos mantuvieron frescos.
Como magnífica camarada alada y sublime, y sin embargo tan pequeña y vulnerable, que vino un rato con nosotros.
Y al fin, el pueblo otra vez.

Fénix

 

Es mucho tiempo ya cargando con el peso
de una discapacidad mental que aleja a los que queremos.
A veces sintiéndonos solos, que no hay dónde agarrarse.
Suerte tiene el que sigue apoyado cuando lo fácil es marcharse.
Pero no nos rendimos, nos volvemos a levantar
cuando antes no valían los porros y ahora no vale el Lorazepam.
Aguantando efectos secundarios, especialistas y sus tesis.
Estigmatizados y crucificados resurgimos como el fénix,
sin darnos por vencidos, ni ayer ni hoy ni nunca.
Seguimos vivos y luchamos contra el delirio y la locura.
Las veces que hemos pensado en ponerle fin a todo,
que tuvimos que arrastrarnos para poder salir del lodo.
Eso no lo saben ellos, ni lo quieren saber.
Quedó claro cuando se marcharon sin hacer falta un porqué.
De sobras lo sé, y no pienso castigarme.
Ya he pagado mi cuota con lo que la vida se atrevió a echarme.
Seguiré adelante, cansado y desgarrado.
Tranquila pequeña, que yo no pienso irme de tu lado.
Jamás dolerá la psique como duele el corazón
cuando se deshace entre cuervos voraces que cortan la respiración.
Psiquiátricos y psiquiatras igualmente se desmoronan
al recordarles que los locos también somos personas
que sufren, que temen y que dan amor.
Esa rabia que tú sientes, es la misma que sentí yo.
Aunque vi la vida hermosa hasta cuando me desquicié,
este mundo me parece bello sólo porque hay gente como tú en él.
Sé que es difícil seguir en pie, no te dejes derrotar.
Que no te confunda seguir encerrada, tan sólo es una enfermedad.

Mis lunas de alquitrán

 

Hoy, cómo no, es una de esas noches.
Una noche en la que la Luna sólo promete alquitrán.
Y los sueños, tristes por no ser realidad,
saben a ti, pero se pierden por el camino.
Las paredes de mi cuarto no me reconocen.
Mi almohada huele a ausencia y vacío.
Las mantas no ahuyentan los monstruos ni el frío.
El techo, puro silencio chilla con brusquedad.
Si tras el humo hay claridad, lo ignoro.
Ni un solo pedacito de mi guarda decoro.
Como colofón el vértigo de violentas toses.
Callo y sólo se oye mi alma dando voces.
Ojalá fueran tus gemidos...
Que de amor propio también se puede morir.
Y yo muero por un suspiro y me retiro,
entre mis lunas de alquitrán y mis sueños de carmín.
El implacable espejo me recuerda
mi imbecilidad y todo lo que es culpa mía,
y no pasa una mañana sin que advierta
que hasta la luz del Sol es demasiado fría.
Que el hombre que veo no se parece a mí,
que no se llena su corazón de bilis,
que veo en sus ojos ganas de vivir
y siento en los míos la vil majestuosidad del apocalipsis.
Es difícil, muy difícil ser yo,
que nunca fui nada, que puedo mover montañas,
que tengo preso el cariño en mi interior,
y ahí me promete pudrirse y cubrirse de telarañas.
Y ¿qué importa ser poeta o ser basura?
Si el miedo apedrea y el amor sólo susurra.
Mi sangre oscura mancha mis oraciones
para que Dios no olvide las tinieblas de tantos corazones
que, por su gracia divina, se los tragó el abismo.
Le debo mi suerte porque no me pasara lo mismo.
Pero las sombras habitan el armario de mi cuarto,
así que disculpadme si alegría no reparto.
El instinto me guio por el pecado,
pero me arrancó el alma por fiarme demasiado.
Hoy grita la extinción de la humanidad,
pero conozco a los míos, él me trata de engañar.
Mis fantasmas aún intentan someterme,
aprovechando la ansiedad que oprime mi pecho.
Sin calor para este tierno, en paro, romancero,
acabaré haciendo algo que no deba, como siempre.
Quizá no beba, pero ya fumo demasiado.
Quizá no me drogue, pero mi insomnio está desbocado,
recordando a veces noches que pasé pensando.
No es cierto que se duerme mejor colocado.
Sólo el humo me acaricia y yo le dejo.
El día sólo trae un insondable reflejo.
Y aunque sé que los de siempre no me fallarán,
pinto amaneceres rotos sobre lunas de alquitrán.