La historia sigue con las prácticas de un grado medio,
en las cuales, por supuesto, no me cogieron.
Así que tuve que volver con mi familia a mi pueblo,
para cuidar a un perro enfermo que, en la salud, me daba miedo.
Y él era un santo, y de él hablaré más tarde.
De momento, lo que está claro es mi vuelta a casa.
Empezó la primera misión: Ayudar a mi madre,
que me ayudó a mí siempre y que es otra santa.
Y era tan obvio que ni siquiera le di importancia.
Entonces, con las visiones, empecé a rayarme.
Porque ¿qué tipo de peligro podría acechar a mi hermana?
Y ¿qué clase de lección tendría que darle a mi padre?
Por supuesto, todo esto parecía una señal
de que, por lo que fuera, iba yo por buen camino.
Además fue cuando me cogieron para trabajar,
por vez primera, con contrato y un sueldo fijo.
Así empecé a fumar porros todos los días,
y las señales empezaron a multiplicarse.
Muy lentamente y de manera progresiva,
se fundían con aquel punto de vista fascinante
que yo tenía y que había desarrollado por muchos años,
mediante droga y engaños del internet moderno.
Y así empezó mi locura a tomar la forma de un peldaño
que me incitaba a ascender para alcanzar el cielo.
Y no sabía qué encontraría realmente al llegar.
Sólo una existencia tranquila quizás y una muerte igual,
que me empujara a tomar las alas de un ángel en vida
o me ayudara a dar forma al mundo que conocía.
Llegué a soñar despierto en incontables ocasiones.
Estaría bien si sólo consiguiera ser feliz,
y dejar de aguantar esa presión en casa y las voces.
Aún no veía lo que Dios guardaba para mí.
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