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miércoles, 22 de diciembre de 2021

Gusanos adictos a la paliperidona

 

Este poema es sobre mi cadáver,
que ni para carroña servirá,
con tanto veneno en la sangre,
por si me vienen los demonios a devorar.
Gusanos adictos a la paliperidona
brotarán de mis entrañas.
Mi réquiem, los buitres entonan.
Las musarañas me extrañan.
Tinieblas a las tinieblas,
dolor al dolor.
Pero no habría nada peor
que rezar solo en mi esquela.
Si, sólo con ver sus ojos,
enloquecí.
"Fue la marihuana" dice el loquero,
pero él ¿qué va a decir?
Aunque bueno,
tal vez así me perdone Dios.
Y si puedo,
tal vez le perdone yo.
Cuando el alma me desgarro,
me abro hasta las costillas.
Pero la vida es un milagro,
incluso entre pesadillas.
A mí me llaman demente,
mientras otros defienden
la persecución del inocente
sólo por ser diferente.
Hay ideologías que deberían
considerarse enfermedad mental.
Quiero una salva de huevos
de gallina en mi funeral.
Mi arte me delata,
pero yo no me escondo.
Creí conocer al Diablo
y le puse cachondo.
Y a la hora de la verdad,
no me atreví a besarle.
Me contestó "Voy a votar a Vox".
Eso me lo gané.
En medio del delirio,
le pillé el porno a mi padre
y acabé dándole
una lección inolvidable.
Le tuve que echar huevos
a esta vida horrorosa
cuando salvé a mi hermana del tipo
que le descuartizó las mariposas.
Sigo ayudando a mi madre
siempre que puedo,
porque vivo en su casa
y sé que se lo debo.
Estas eran mis tres misiones
en la vida, y tuve suerte.
Fui consciente tras una alucinación
relacionada con la muerte.
Con quince años me quedé
mirando al abismo.
Creí que era un monstruo.
Me mareé y, si caigo de boca,
no estaba aquí ahora mismo.
Fue el milagro que necesitaba
para redimirme.
Para entender que, pese a todo,
no debía rendirme.
Aún lo pienso y, si el Infierno
no es para el hombre,
puede que Dios, al final,
realmente nos perdone.
¡Viva la vida!

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