Callado el mundo, me enciendo otro cigarro.
Toda la noche con los pies en el barro,
mientras humea mi última colilla.
Susurra un ser en el umbral:
"Has de caer para aprenderte a levantar",
entre los gritos que me impiden descansar.
Y me pongo de rodillas
pa' recoger mis semillas.
Me duele el alma porque soy un cobarde,
y en vez de hablarte, me vale recordarte.
Aunque me rompa el corazón las costillas.
Que en tu regazo quiero hallar
un pedacito de utopía sin dañar
que, de por vida, me sirva para habitar.
Que protejan los destellos
de tu cabello.
Sigo mi instinto, no soy distinto
del hombre salvaje de ayer.
He huido tan lejos del río que me mata la sed.
Soy del pecado y del castigo.
Nunca olvido lo que pasé.
Puedo contártelo al oído.
Siempre he temido perderme por los bosques
de la tristeza que anuncian los sudores
que me apuñalan al borde de la cama.
Donde jamás se oye silbar
a los chiquillos que sólo quieren jugar
en las praderas de mi paraíso mental
donde se esconden las penas.
Todas las penas...
Un tonto he sido, nada he tenido
más que a mi familia tal vez.
Perderme contigo te pido y sobreviviré.
Que el estar sólo ya lo he sentido.
Mi amor te lo susurraré
si puedo acercarme a tu oído.
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