Iniciamos los tres peregrinos el ascenso imponente, que resultó más duro para mí que para ellos, comprensivos, pacientes, compañeros.
Oh, ¡cómo se parece a la vida! No estoy en forma.
Arriba, recorremos por entre los sinsenderos caminos, marcados por brújulas piedras, sobre piedras, como cicatrices del paso de aventureros, ganados y ganaderos, hombres y mujeres del campo.
Atravesamos regatos, como se superan los obstáculos que la vida ofrece. Torpe de mí ante el envolvente y oxidado vértigo, que me hace retroceder, para hallar rutas más accesibles.
Síganme los niños y los ancianos, los impedidos, y perdámonos sólo para volvernos a encontrar. Que no se quede nadie atrás.
Contemplemos desde lo alto, como contemplamos ayer, el vasto extenderse del paisaje, enmarcado en robledal.
Bajamos, a mi costa prematuros; suaves y ligeros, la nueva pista que tras nuestros pasos quedaba, con un pequeño bodeguero andaluz siempre a la cabeza de la expedición. Magnífica criatura.
Como magníficos fueron los hallazgos de animales y aparejos de granja que se mostraron majestuosos.
Como magníficas las conversaciones que nos mantuvieron frescos.
Como magnífica camarada alada y sublime, y sin embargo tan pequeña y vulnerable, que vino un rato con nosotros.
Y al fin, el pueblo otra vez.
Hermoso camino, magnífica compañía!
ResponderEliminarLo mejor de hacer cima no son las espectaculares vistas, sino haber compartido y disfrutado el camino.
Tres peregrinos, o mejor tres mosqueteros. Todos para uno, y uno para todos!! 💪💪😍
Y al final fuimos cuatro, bendito perrete.
EliminarUn abrazo.
🦎
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