Es tiempo de los muertos,
de las rimbombantes hazañas de los que han caído,
de ríos pintados de desierto
y sangre en las mejillas sonrosadas de los niños.
Es tiempo de amurallar
con gran pesar la infancia y la vejez,
para que no puedan pasar
la estupidez militar y la sexualidad atroz que amé.
Es tiempo de los muertos,
de baños en cólera y viruela virtuosa
sobre dragones modernos
y textos antiguos de piel de rosa.
Es tiempo de alegrías obscenas,
de pisar cabezas de hojalata,
de romper las sólidas cadenas
que nos aferran a esta vida ingrata.
Es tiempo de los muertos,
de ver lágrimas de ayer en tiempos nuevos,
de confundir misiles con ovnis cruzando el cielo,
de amar, como si eso fuera amar, en secreto.
Es tiempo de los sueños que se cumplen
y de las pesadillas que nos rodean,
de dejarse llevar por la incertidumbre,
de contemplar la maravilla de cerca.
Es tiempo de los muertos,
de salir agonizando de la dicha y repararse,
de caer por el justo y levantarse de nuevo,
de lavarse uno mismo la picha y los ideales.
Es tiempo de víboras con piel de carnero,
de creer en el polvo, la ceniza y el barro,
de apagar con orina el fuego, como un juego,
de bebernos las estrellas en un epitafio.
De soportar el amor y los corazones abiertos...
Es tiempo de los muertos.
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