Velociraptors que lo visitaron

viernes, 4 de marzo de 2022

Sortilegio maldito

 

El puto tabaco me corroe
y me engancha como tus ojos,
que cerraron sus párpados una vez
formando mi calabozo.
Allí donde mora la escarcha
de la sangre de mis venas,
que ya no se deshiela al paso del alcohol
o de lujurias pasajeras.
El cenicero se llena poco a poco
con la porquería que el alma no puede sujetar.
Que me sirve para llegar en las cloacas hasta el fondo,
huyendo de las calles que me logran asquear.
Mi inocencia se perdió en la mudanza de la mente,
cuando mis huellas se fueron para no volver.
Y yo intenté seguirlas, pero el horizonte valiente
se afiló las alas y me trató de coger.
Mi insomnio le recuerda al corazón
que late al ritmo de tu voz.
Mientras dejo grabado en el humo,
sobre un techo sordo, que existe Dios.
Las paredes de mi cuarto me devoran cada noche
sin conseguir los lefazos que la olanzapina se tragó,
como la más zorra, siempre sin reproches
por aquella María que al abismo me lanzó.
Pero yo sí les reprocho, a ella y al psiquiatra,
que me prohibieron rezar a la virgen de la locura
para limpiar mis pecados de diablo cosmonauta,
y ahora sí que se me pone dura.
Se me escapa la orina de cuerdo que estoy,
como se me escapa el romance entre las manos.
Y, como mi amor sólo pesa unos gramos,
estoy seguro de que al infierno voy.
En una copa rota me bebo el veneno
que el sumiller colocó en el vino de mi vida
en forma de Xeplion, triste tributo, tan serio,
como para olvidar que alguna vez fue digna.
Me da igual trabajar si no duermo
cuando debo dormir. Y escribo y leo poesía,
jurándote a ti un beso, amada mía,
trágico y amargo como mis sueños.
Sin la salud que merezco, nado en la abundancia
de cómicas penurias y desgarradoras sonrisas
formadas en la estela de una gota libertaria
que cava su fosa en un mar de hipocresía.
Luchando en el frente los jabatos,
que defienden a los suyos de los males necesarios,
que pueblan este mundo de luces y tinieblas,
creando paces, combatiendo contra guerras.
Temible dios pagano que se entrona en el centro
del cosmos entero, engullendo y gimiendo.
Sortilegio maldito que se cree omnisciente
por haberle robado a Poseidón su tridente.
Tonto y tuerto, baboso y acabado,
cuyos instrumentos tocan los esclavos
para llamarle y seguirle como borregos.
Borrachos y lastimeros, podridos de ego.
Es tiempo de que caigan como hojas secas,
y llegue el invierno después del otoño,
para dar paso a la hermosa primavera,
y se ensucien en el barro sus retoños.
Que yo les ofreceré de beber mi sangre,
como si de agua clara se tratara.
Y daré después a los buitres de comer mi carne,
cuando la muerte procure que de mí no quede nada.

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