Velociraptors que lo visitaron

viernes, 4 de marzo de 2022

Oda a la muerte

 

A un techo en blanco, a un árbol...
A cualquiera que se sienta identificado,
estos humildes versos van dedicados,
escondidos tras la mortaja de tus besos helados.
Oda a la muerte, himno a Satán
y un cigarrillo por los que no están.
Por los que siguen faltando día a día.
Por los que arrebató la vida su alegría.
Que aquí seguimos nosotros, sufriendo en silencio,
cuando en medio de la noche nos asaltan sus recuerdos.
Casi alegres, porque ellos ya pasaron
las tragedias terrenales de los vivos.
Por plantar cara al olvido, ya nos olvidaron.
Por la luz del otro lado los seguimos.
Iremos cantando si nos es posible,
como cantamos atrás en el camino.
Pues la vida es tan hermosa como triste
para los que profundizan en su abismo.
Este poema está dedicado
a las almas que la guerra arrebató,
tanto como la enfermedad trajo descanso,
y el hambre que un día el hombre pasó.
El cantar funesto del pasado nos alcanza,
danzando distraído frente al futuro incierto,
donde los reyes más corruptos se alzan
para sentarse en los tronos más sangrientos.
Sobre pilas de cadáveres se extiende su linaje,
maldito por los siglos pasados y venideros.
Fermentando la Luna, borrando el Sol del paisaje,
allí donde sólo se escucha el graznido de los cuervos.
Allí nos veremos, bajo un metro de tierra implacable,
resguardándonos de los hombres para siempre.
Y borrar nuestras sombras en un suspiro inenarrable,
bajo una losa, mi amor, nuestros cuerpos inertes.

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