La tímida luz del Sol se esconde,
algunas ocasiones, tras las nubes.
Incluso en Luna Nueva, en la noche,
la luz de las estrellas nos esculpe.
La claridad que ahuyenta a las tinieblas
está en lo profundo de cada ser.
En toda vida sin importar qué,
y un simple soplo de aire me eleva.
Y veo la luz que brota del mundo, y la que lo baña.
Me pasmo con las abejas trabajadoras,
que son una obra de arte entregada,
tanto o más que la araña tejedora.
Abro la ventana de un hogar de madera y adobe,
con sólidos y quejumbrosos cimientos.
Y veo la belleza en mi calle, tan noble,
de piedra milenaria y poderoso cemento.
Y creo que una hormiga es milagro suficiente
como para demostrar la existencia de Dios.
Y alzo la vista al cielo imponente,
y no veo un final que susurre "adiós".
Admiro la zarza y el ramaje,
así como el suelo bajo mis pies.
Que los propios jardines del edén
envidian a los bosques salvajes.
Y tengo claro que cualquier máquina
se avergonzaría de ser lo que es
ante una célula solitaria
de mi querido y humano ser.
Así vuelvo a la senda iluminada
por el calor de mi corazón.
Que sólo abandonó mi arte atormentada
por los delirios de la razón.
Oda a la vida, himno al amor,
al poder de un espíritu honroso y a cada niño interior.
Vivan los corazones que ríen y disfrutan sin miedo.
Confío en que pronto vuelvas a llorar de felicidad y sin complejos.
Y esa vaca que pasta superando a cualquier estatua.
Y esa sonrisa inmortal que enamora a cualquier alma.
Por esos ojos esculpidos por el mismo creador,
nací un día y aquí sigo, bendito por mi visión.
Ojalá no se apaguen nunca...
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